El destino del cuerpo en la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz - RESEÑA CRÍTICA -
actu
corporis Ensayos sobre la representación del cuerpo
en los poemas de Sor Juana Inés de la Cruz |
Fra gmento La mujer al reconocer que su cuerpo goza
de la misma sabiduría que los hombres, y pensando que ellas no son solo
instrumentos de su belleza, insertan
así «bellezas en su pensamiento y no pensamientos en su belleza». |
El
cuerpo es una trasgresión a toda hora y en toda época, pese a que la tradición
religiosa delimitara el espacio del cuerpo. Es así como la metáfora del cuerpo
se cierne en este ensayo y hace brotar espuma de mar.
Sor Juana Inés de la Cruz no fue una mujer
común y corriente, quizá un ícono en la sociedad del momento. Es más, Sor Juana
es una figura fragmentada, una mujer y muchas mujeres en una, un espíritu
adelantado a su época, un manantial de sentidos que muchas veces se confunde
con el retrato una mujer enamorada. Sin embargo, su estilo propone una subversión
típica en el barroco, tan polémico como el sexo en el tocador
Es
así como el cuerpo encarna la perfecta alegoría de lo íntimo, de lo común entre
dos individuos y la extensión de nuestra realidad; al igual que la noche, el
silencio y la asombrosa belleza del conocimiento, el cuerpo se oculta a los
otros y abre su velo en la intimidad de uno mismo.
Ahora
bien, quizá la obra de filósofo alemán Frederick Nietzsche, reconoce que el
contacto que tenemos con el mundo no solo emerge del lenguaje, sino el cuerpo
en sí, porque el cuerpo es el vehículo que utiliza el sujeto para cambiar y reconocerse. La voluntad, en este punto
tiene cuerpo y autonomía. Es así como
Sor Juana prefirió vestirse de hombre para conseguir libertad; ella y su cuerpo
«también [eran] las
resistencias del cuerpo, lo marginalizado y lo excluido»[1].
Para Sor Juana Inés de la Cruz el cuerpo y
sus bellezas no solo son engaños sino inscripciones, reconocimientos de un
valor, de un género, de una subversión, «el desengaño con respecto a la
exuberancia del presente, la regla de la construcción anatómica del cuerpo en
lucha contra la muerte»[2].
El
cuerpo para Sor Juana no será sinónimo de sexualidad sino de contemplación. Dice
el poema, «Este que ves, engaño colorido, / que del arte ostentando los
primores, /con falsos silogismos de colores/ es cauteloso engaño del sentido;»[3]. Nótese que Sor Juana no
habla literalmente del cuerpo, porque el cuerpo es una alegoría del sin sentido,
del engaño y las vanidades. «El arte que destruye la temporalidad del cuerpo»
(Borsò, 2004), no devuelve al cuerpo su imagen verdadera, en últimas una
belleza caduca que es vencida por el tiempo.
Es así como las limitaciones corporales,
reconocen la marginalidad que ha tenido el
cuerpo envejecido y que previenen a Sor Juana del sin sentido de la
belleza. Es claro que nuestra poeta no hace elogios a lo sensual; para ella, la
belleza fue distorsionada por los artistas, que vieron en la juventud una lozanía
eterna e inexistente. Dicho sea de paso, Sor Juana hace evidente la realidad
del cuerpo: «éste, en quien la lisonja ha pretendido/ excusar de los años los horrores,
/ y venciendo del tiempo los rigores, / triunfar de la vejez y del olvido»[4].
Como vemos, la escritura parece una
denuncia, «éste, en quien la lisonja[5] ha pretendido»; la lisonja
se presenta como una metáfora del peligro, es poner la belleza y juventud como
un propósito, como el peligro de ver en el cuerpo un vehículo, es la banalidad
de la juventud que apartado del conocimiento, pierde el rumbo gracias a sus
pasiones. Tal como lo dijo Sor Juana, es «poner riqueza en mi entendimiento/
que no mi entendimiento en las riquezas[6]» […] «las rosas que al prado, enamorada, / te ostentas presuntüosa/ de
grana y carmín bañada: / campa lozana y gustosa; / pero no, que siendo hermosa/
también serás desdichada»[7].
Quizá solamente en su cuerpo podía
reconocerse diferente, porque similares a los hombres insensatos, la miraban
como una diosa, otros como una santa y los demás como amiga, persona o demonio,
pero nunca como mujer, filósofa e intelectual, por lo mucho poeta.[8]
Finalmente, si colocáramos en evidencia la
importancia del cuerpo para Sor Juana, nos daríamos cuenta que no es un simple instrumento
sensual. La mujer en muchas ocasiones solo podía reconocerse como un objeto del
deseo, que es el depositario de una generación, es decir, un instrumento para
la progenitura. Nada más ilógico para un estirpe religiosa que pensar que la
filosofía no es dada a las mujeres porque Dios no les permite filosofar. Así
que la única arma que tienen las mujeres es el cuerpo, la deconstrucción el mismo,
el mundo y el cuerpo; es reconocer nuestra realidad destruyendo el mundo
platónico, considerando que los universales solo son entendidos por hombres, que
el mundo solo es comprendido por los doctos padres de la iglesia y que la única
función de una mujer es ser esposa de un hombre o de un Dios.
La mujer al reconocer que su cuerpo goza
de la misma sabiduría que los hombres, pensando que ellas no son solo
instrumentos de su belleza, logran poner riqueza en el entendimiento y no el
entendimiento en las riquezas[9]. Así pues, Sor Juana es
una «poeta más que mujer y es una mujer más que monja». Nunca se equivocó el
poeta cuando dijo que «si Dios fuera mujer/, es posible que agnósticos y
ateos/ no dijéramos no con la cabeza/ y dijéramos sí con las entrañas»[10]
Bibliografía
Benedetti, Mario. 2002. El amor las mujeres y la vida. Barcelona: Editorial Planeta.
Borsò Victoria. 2004. Barroco. Madrid: Verbum, serie teoría/crítica.
Inés de la Cruz, Sor Juana. 1994. Obra Selecta. Caracas: biblioteca
Ayacucho.
[1] Borsò Victoria. 2004. Barroco. Madrid: Verbum, serie
teoría/crítica. (P.1025-1032)
[2] Ibid., P. 1025-1032)
[3] Inés de la Cruz, Sor Juana. 1994. Obra Selecta. Caracas: biblioteca
Ayacucho. (P.7)
[4] Ibid., P. 7.
[5] Adulación
o alabanza.
[6] Ibid., P. 17.
[7] Ibid., P. 28.
[8] De manera que si leemos
el poema entero dicha asimilación del cuerpo y denuncia del mismo se hace
presente: «Este que ves, engaño colorido,/ que del arte ostentando los
primores,/ con falsos silogismos de colores/ es cauteloso engaño del sentido; /
Éste, en quien la lisonja ha pretendido/ excusar de los años los horrores,/ y
venciendo del tiempo los rigores,/ triunfar de la vejez y del olvido: / es un
vano artificio del cuidado,/ es una flor al viento delicada,/ es un reguardo
inútil para el hado, / es una necia diligencia errada, / en un afán caduco y,
bien mirado, es un cadáver, es polvo, es sombra, es nada».
[9] Ibid., P. 17.
[10] Benedetti, Mario. 2002. El amor las mujeres y la vida. Barcelona:
Editorial Planeta.
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