Fahrenheit 451 - el libro como camino

     






Imaginen un mundo consumido por la ignorancia, no cualquier ignorancia, sino aquella que se asume como inexistente en una realidad dominada solo por la felicidad. Muy bien he escuchado con el paso de los años, que vive más un feliz ignorante que un sabio. Pues bueno, la búsqueda del conocimiento no supone la búsqueda de la felicidad, esto queda claro En Farenheit 451 de Ray Bradbury.
    En un mundo distópico, Bradbury plantea junto con Montag una especie de esquizofrenia que plantea una tesis muy simple, los libros y el conocimiento abruman y procuran que el individuo no sea feliz. Ahora, como el propósito de la vida es la búsqueda de felicidad, es de suponer que los libros (partiendo del texto), sean dañinos. En esa misma línea narrativa Montag tuvo una epifanía que emergió casi de la nada, como una sombra y cambió su perfecta vida. En efecto parece extraño en apariencia, pero su vida cambió gracias a una joven chica, que parece ciertamente diferente a lo habitual. En veces de ver la televisión como todos, se esfuerza por crear el caos a su alrededor, disfrutando aquellas cosas simples de la vida, sentir las gotas de lluvia cuando caen en su rostro y pisar descalza el prado húmedo de su jardín.
    La sorpresa para Montag es impresionante; nunca en su vida alguna persona que conociera haría tal cosa, las personas en su mundo no son de esa manera.
    Pues bueno, solo un acontecimiento bastaría para cambiar toda la vida de Montag, un sentimiento que crece mientras se desarrolla la novela: la curiosidad. Montag piensa, cuestiona, se pregunta. Ya no le interesará quemar libros, sino leerlos. Tal vez creo que verlos desvanecerse en ceniza mientras aprieta con vehemencia el cañón de fuego en sus manos solo fue un placer pasajero.
    Ahora bien, luego de tanto trasegar en bibliotecas, de robar, de comprar y regalar libros, es difícil en nuestros día evitar la inevitable verdad que como un muro se levanta: los libros constituyen un regalo para la historia humana. Pienso que con cada línea que leemos aprehendemos el mundo (es decir aprender con los sentidos), para ser por lo menos más consciente de nuestra realidad. La verdad es que hoy día, no todos disfrutan de un buen libro, tal vez porque ese mundo distópico planteado por Bradbury no se aleja de nuestra realidad.
    Bradbury no escribió una novela, escribió un recordatorio de lo simple que puede ser el placer de saber un poco más cada día, porque uno no se enorgullece de lo que a vivido sino de lo que sabe; yo admiro a mis maestros, porque como demuestra la novela, son ellos los guardianes de la historia de nuestra civilización.
    Por esta razón creo que una de las lecturas que la novela nos plantea es que el libro es como un camino. Los libros nos advierten de los peligros de una sociedad sin criterio; elementos sociales y políticos que llevaron al total repudio del libro como artefacto de conocimiento y que se estimara lo superficial como una forma de felicidad. ¿Tal vez juzgar correctamente la realidad, aprehender el mundo, tener sentido crítico nos hace rebeldes y el gobierno distópico de Bradbury no quiere rebeldes?
    ¿Quién podría estar en desacuerdo con la búsqueda de la felicidad? Todos queremos ser felices. La gran dificultad es que no se puede sacrificar la agonía de saber más cada día, por vivir ignorantes solo por ser felices. Es decir, la búsqueda de la felicidad no es la búsqueda del conocimiento, pero qué satisfactorio es saber que Mary Shelley con su Frankenstein, Drácula, Shakespeare, el libro de Job, el libro del Tao, el Bhagavad-gītā, los versos de Whitman y Neruda, la fantasía de Dante plasmada en su libro sobre el infierno, la historia de Macondo, la complejidad moral que Conrad y el escepticismo de Spinoza nos hace sentir menos solos. Es como si al rededor de nosotros los fantasmas de nuestros autores susurraran a nuestro oído palabras de antigua ciencia.
    Es claro que Bradbury escribió Farenheit 451 como una crítica a la sociedad norteamericana de la posguerra; ese ideal de perfección absurdo que se sostiene en un falso concepto de que para ser feliz se necesita un trabajo remunerado, dos hijos, un perro y una televisión. El libro llega entonces como enemigo de ese ideal, porque plantea un camino de no retorno, que nos obliga a mirar al cielo y preguntarnos.
    Finalmente no sé si exista algo como la felicidad, pero los libros se le parecen, así suene ambiguo. Todavía no me puedo sacar la imagen de Clarisse McClellan, en medio de la lluvia, sintiendo las gotas de agua cayendo en su rostro, con una tranquilidad inquietante, tal vez esperando su último día, disfrutándolo parte por parte, tal como disfrutamos una hoja leída a las cinco de la mañana.

***

Anexo: este libro replica muy bien nuestro tiempo, porque la juventud de todas las generaciones sienten que la búsqueda del conocimiento no tiene ningún sentido. Esto lo hablo como profesor porque nos sirve para reflexionar. ¿Por qué es tan importante este libro? Simple, la única arma de cambio verdadero, la única revolución que propicia cambios sociales es el conocimiento. No tenerlo sería como nadar sin pies y sin manos en un basto océano.




Si les interesa o si les sonó les dejo el link:

http://ciudadanoaustral.org/biblioteca/15.-Ray-Bradbury-Fahrenheit-451.pdf

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Comentarios

  1. La reseña me gusta 10/10 jejeje. Por otro lado cuando dices "la búsqueda de la felicidad no es la búsqueda del conocimiento" siento que es algo muy real para la mayoría de personas también creo que como tu que los libros son una compañía y una escapatoria para el mundo en el que se vive; se ve el caso de personas que viven por el conocimiento por ejemplos científicos o filósofos que su felicidad esta en el saber ¿como?, ¿cuando? y/o ¿porque? de todo.

    <3

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