El acto de la claridad y la noche
31 de enero de 2014. Dos/das
Suelo pensar que la obstinación es más grande que la razón.
Nuestros miedos solo requieren un grado mínimo de una incongruente terquedad
para que luego sean virales en nuestra mente. No creo que haya un hombre en
este mundo que no tenga miedo a las ideas nuevas; toda idea nueva y toda forma
de pensar están siempre atadas a un sentimiento de pánico. ¡Por Dios! Somos
humanos, y es normal (¿o natural?) que nos sintamos más cómodos con la
ignorancia que con la claridad.
La humanidad completa se parece más a un dios islámico, que
a lo que se refiere comúnmente a lo humano en nosotros, en todos y en uno a la
vez. Pensemos que Alá vive porque la humanidad le tiene miedo; él se alimenta
del pavor humano ¿pero, no somos pues libres? Claro, somos los héroes de
nuestra propia historia.
07 de diciembre de 2013. Pereira
Ahora mismo estoy más que convencido de que el conocimiento
es la mayor fortuna que pudo pasarle a la humanidad. La igualdad es la fortuna
de este siglo; pero olvidé por un momento que saber sobre la igualdad, es la
fortuna parida del conocimiento mismo.
Veo que es difícil imaginar un mundo en donde la palabra
"conocimiento" no sea invaluable; creer que se es libre no se sabe
por naturaleza, se conoce porque lo hemos visto, lo hemos aprendido, lo hemos
descubierto.
Las personas no son ajenas a esta realidad; todos saben que
es importante el conocimiento; pero, no son muchos los preocupados por estas
razones.
Exquisito sería disfrutar de una buena novela, como también
vivir en el caos de la filosofía. Pienso que es igual de bella la teoría de la
expansión del universo, como un poema de Antonio Machado, dado que los dos con
gran ímpetu abren la mente al descubrimiento y seducen como una hermosa mujer.
Este es el regalo de la palabra, de la idea, del concepto y
del pensar. No cabe más que decir. Solo somos lo que podemos descubrir de sí
mismos; solo somos lo que está dentro de nuestra curiosa alma de escritores, de
pensadores y de artistas.
03 de diciembre de 2013. Pereira
Entre la sombra de la historia una verdad se cuenta; no muy
grande, no muy importante. La historia de la humanidad desde tiempos muy
antiguos a estado plagada de sangre y placer (la mayoría mataban por honor y
por poder). Los reyes ofendidos cortaban las cabezas de sus enemigos y hacían
grandes banquetes celebrando la magnitud de sus líderes. Esta es la razón que
mueve el corazón del sabio, del incorrecto, del que se afana más por dudar que
por alabar. Sus actos no se mueven a merced del aliento implacable del rey que
suscita constantes elogios; ellos (los sabios) fueron independientes a pesar de
los problemas de un siglo o de otro.
Hubo (hace mucho tiempo) un hombre que como adivino
descubrió esta verdad oculta. Lo llamaremos Tiresias (el anciano que profiere
palabras reales al rey Edipo). Él, es un personaje particular; porque entre la
muchedumbre solo ve despojos de esta verdad que les anuncio.
Es curioso que este hombre vea en su tiempo lo mismo que ha
pasado a lo largo de la historia humana. La única diferencia es que ahora en
estos tiempos las verdades se ocultan tras un espejo cóncavo que no deja mirar
las formas del rostro. Dice él "¿Cuál es la verdad de este tiempo? No es
otra cosa que el dinero ¿Cuál es el placer de este tiempo? Nada más que el
ignorante consumo. Yo sé que solo soy un ente imaginario. Nada más puedo pedir.
Yo, Tiresias, he estado en todas las épocas oyendo toda clase de barbaridades.
He visto todas las guerras, y he notado cómo es la perversión en todas ellas.
Veo que esta época es la peor de todas; la más depravada,
la más egoísta y finalmente la más desalmada. Por lo menos en épocas antiguas
no ocultaban sus injurias y placeres por la corrupción de su espíritu. El rey
violaba y era honrado; el príncipe era desalmado y a él no le importaba. Pero
hoy en esta maldita "época" es un juego matar, violar y apoderarse.
Hoy la verdad se oculta en la economía y el entretenimiento; maldita época; has
condenado como condenan a un prisionero a la orca".
Así habló Tiresias en medio de un auditorio lleno de
personajes salidos de la mente de un bizarro escritor. Pocas son sus palabras,
pero, para que escribo sobre esto; no vale la pena escribir para una sociedad
que no escucha advertencias. De todas maneras no deja de ser una verdad oculta;
una certeza disfrazada entre la sangre y el placer. Tiresias ciego y todo, era
capaz de mirar cuan desgraciada es la humanidad, y cuan desgraciado es aquel
que lea esto y no piense en lo que ha hecho y en lo que dejará de hacer con su
virtud.
14 de noviembre de 2013. Pereira
El día está opaco. La luz solo se presenta como un tenue
mirar sobre el ojo de un madero seco; pienso como siempre que es bello (solo
con la diferencia de que ya no se seguramente qué es lo bello); y en ocasiones,
el frío de esta ciudad me da una sensación de completo olvido.
Esta es mi comunión. Solo trozos de retazo concluidos o
expuestos en la historia de este día.
Mis manos están frías y tiemblo cuando escribo. Ya me da
miedo plasmar con tinta algo de lo que podría arrepentirme. Pero no importa; a
veces, las mejores ideas, siendo errores se
convierten en pensamientos brillantes. No se cómo admitir que entre el ir y
venir de los día, la visión fría y tranquila de este paisaje de
invierno evoca en mi las mejores palabras. Las sensaciones y los pensamientos (aquí y ahora) surgen
a través de la nostalgia escrita en un paraíso frío.
18 de septiembre de 2013. Dos/das
Sobre Mircea Eliade
Los mitos constituyen, pues, la suma del saber útil. Una
existencia individual se hace y se mantiene como existencia plenamente humana,
responsable y significativa, en la medida en que se inspira en ese acervo de
actos ya efectuados y de pensamientos ya formulados. Ignorar u olvidar esa
"memoria colectiva" constituida por la tradición equivale a una
regresión al estado "natura" (la condición acultural del niño) o a un
"pecado" o un desastre.
13 de agosto de 2013. Dos/das
Más que un pensamiento hoy recurre a mi mente una
meditación; clara se podría decir; antigua, puede también recalcarse, pero
pienso que es más profunda y misteriosa, por la simple razón de mis acciones.
Para mí, la belleza es un misterio; y a pesar del racional evento del
pensamiento, miro con contemplación la especial gracia de la belleza. Una
catedral, el canto del monje, y hasta la liviana caída de gota por gota,
convierten en mi visión, la circunstancia más liberadora de todo el confín
universal. El misticismo. El encanto de la vida expuesta ante mi realidad. Los
colores; en fin, la música de la existencia. Mi religión aflora entonces como
la necesidad de búsqueda, pero también con la satisfacción de contemplar lo
encontrado.
Viajo a través de mi imaginación a campos y montañas llenos
de aves y pequeños insectos; yo, controlado por el éxtasis, solo resuelvo parar
y sentir el aire en mi rostro.
En aquel tiempo, me veía como un monje o como aquel anciano
sabio que renunció a la opulencia de las riquezas, para vivir en pro de (sea
quien sea, o lo que sea) Dios y la naturaleza; viendo acariciando sus mascotas,
amando su pareja y enseñándole versos sabios de Virgilio o Dante a sus hijos.
Mi imagen es esta, lo que deseo también; pero más importante es guardar en mi
memoria una imagen de lo que seré en mi vejez.
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