Colombia, 1989.



Era el año de 1989. Las luces nocturnas traslucían en la envergadura de una sala. Todas las personas se encontraban encerradas, y escondidas pajo el suelo de una casa. "Eran de la oposición" decían unos; "quieren dañar la tradición "decían otros.
En aquello días la violencia en el país era aterradora, la constitución de su época era vieja, y parecía no importarle ciertos grupos de personas; es más, pareciera que esa constitución: "la de 1886" tuviera solo unos fines precisos. No dudo en pensar, que la iglesia fuera la primera beneficiada; ni tampoco creo que los altos mandos no vieran fortuna en una constitución que da más poder a los mandos gubernamentales que al pueblo. En todo caso, estas personas estaban atrapadas, hundidas en su propio lodo, porque llegó el día en que ellos salieron a marchar. Luis Carlos Galán murió, y dejó un legado. "Colombia, mi Colombia solo cambiará cuando cambien su manera de pensar".  No sé si estas fueron sus palabras; la verdad, las escuché repetidas veces a los muchachos que vivieron ese infierno.
Un día cualquiera, ellos salieron, marcharon y derramaron su sangre por el país. Ese día, (que no se cual fue), floreció los primeros augurios de un cambio de pensamiento, de ley. Colombia estaba en trabajo de parto; en esos día Colombia pariría: la constitución del 91; la cual a mi parecer tiene muchos errores, pero de todos sus errores, no es mentira decir que devolvió el poder a su nación, como una especia de mesías o profeta. Ya son personas, las mismas los encargados de opinar. Ya son ellas las que eligen; son ellas el país, no sus dirigentes.
De los muchachos no volví a saber nada. Estos son solo cortos recuerdos que aparecen y desaparecen. Solo me queda un alivio; y ese consuelo es que yo fui uno de eso jóvenes, de eso muchacho; yo vi morir a muchos compañeros, verlos sangrar implorando una nueva libertad; pero hoy, solo hoy, puedo ser libre por momento leves en el país. No es muy bueno para algunos, pero, es mucho el bálsamo cuando recuerdo levantar mi mano y luchar como Simón Bolívar, (que era entre los caudillos y seguidores de Bonaparte, fue él el único que enseñó algo en suma importante: la soberanía de una nación no depende de sus líderes sino de su pueblo).   

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