Las dos caras de la moneda




Representación del Mercurio hermético 
sosteniendo el candelabro judío,
 “Symbolicarum quaestionum”
 de Achille Bocchi, Bologna, 1574.


Entra un joven aterrado entre una multitud de ancianos que son considerados como los más sabios por la academia de letras. El, de manera inocente recorre el lugar mirando estatuas y relieves de color plata. Estaba asombrado; como si encontrara un espejo de su realidad.
En tanto que el caminaba los ancianos lo miraban con cierto implícito rencor. “Es un niño en las letras” decían unos... Los otros callaban… El, nunca se dio cuenta del terrible concepto que tenían sobre su precoz gusto por las humanidades.  Andaba desubicado y perdido entre tantas miradas de desapruebo. Luego, uno de los hombres más doctos, poniéndole zancadilla al muchacho calló. Solo se escuchó un golpe, suave, y a la vez con una sonoridad particular. En el suelo el muchacho aturdido solo observaba la mirada manipuladora de su agresor; y en medio de tal algarabía la medida de lo absurdo reposaba sobre la soberbia del más grande sabio de la ciudad. 
El se levantó y humillado miró a su alrededor y solo miradas de burla atravesaban el espacio. Una voz entre muchas se escuchó. Era un hombre de piel acabada, casi siego y con un rostro lleno de misterio. El se levantó y mientras levantaba al muchacho, se dirigió a toda la multitud; dijo.
Mientras pasan los años y la decadencia de un pueblo siego se materializa, la parte más dada al fracaso es esa llamada pensamiento y sensibilidad. ¡Qué tienen ustedes los hombres de la talla de un iluminado!; ¿que tienen? ¿El poder de convencer?  Ustedes, hombres que dicen tener la suficiente rudeza para decirse artistas, ¿¡que pueden decir!? Entre colonias, bosques y lugares predilectos se levanta la imagen más frívola: Dos perros pensando, una gallina escribiendo y un gato riéndose de las grandes tonterías de ellos dos. Ustedes son ese inútil gato que solo se para como bufón ante el esfuerzo de dos animales que solo buscan encontrarse. Es loco y hasta retorcido; pero tal razonamiento tan desquiciado suele ser más comprensible que su falta de criterio. 
Entonces ¿qué mencionan como arte? ¿Para ustedes que es arte? Creo que el mayor arte que puede haber, es el arte de pensar y plasmar la realidad con humildad. Eso es lo que hace un artista, mira tan grandemente la vida, que solo se preocupa en buscar la forma de plasmarla. Hacer suya esa realidad; encontrar en el mundo, más mundos que recuerden las pequeñas ideas que se encuentran regadas en el cosmos. 
Levantó al muchacho, lo besó en la frente, lo miró con ternura, y luego, acabó diciendo con una voz cortada por la edad, palabras que sangran a través del orgullo de personas tan necias. Dijo él. 
 EL arte es la medida de lo improbable con un toque de sutileza; una mezcla entre música, letras y una canción desafinada. El arte es la heroica imagen de la existencia, desvestida de su caparazón físico, vista como un universo probable, lleno de pequeños elementos que recorren cada fibra de lo que se llamaría el origen del “ser”. Cuantas palabras acotaría, y aun mi lenguaje no bastaría para lograr entender los sentidos del mismo. Mi trabajo es que aun con mi traje de maestro, mis zapatos negros, y mis nobles intenciones –repito- mi trabajo es meditar, reflexionar y pensar hasta que la barba me llegue a la cintura; y ¿qué puedo pedir de un movimiento pincelado, el orden de un poema distante de la realidad?  Bueno, soy un hombre, un ser humano, y lo que puedo comprender de la realidad es nuestro más noble trabajo.
Todos quedaron impresionados por el discurso del anciano; no se lo esperaban; nunca pensaron que fuera él, el que corregiría la voz insensata de los supuestos sabios. Puede que esto no sea un relato, o un cuento. Se parece más a una parábola, o a un aforismo muy largo. No lo se; solo pienso que algún día, muchos de los que dicen ser sabios, serán probados, y la prueba no será fácil. Porque todo, de lo que se compone nada tiene que ver con el concepto y la idea.  Finalmente la atmósfera del lugar se puso opaca cuando el anciano se fue con su hijo. Lo tomó de mano, y él lo miraba mientras le mostraba un dibujo, pequeño y hasta garabateado. La vista del anciano se iluminó, y mientras caminaba rumbo a la salida principal, a la vista de todos los sabios, le dijo: "Hijo, tu si eres un verdadero artista". 

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