Microcuentos y dibujos - Franz Kafka



EL PENSADOR  


Franz Kafka, El pensador,
1991, tinta sobre papel






Un  segmento

Le fue cortado un segmento de la parte posterior de la cabeza. Con el sol todo el mundo mira hacia adentro. Esto lo pone nervioso, lo distrae del trabajo; además le fastidia que, justamente él, deba ser excluido del espectáculo.

Ya no puedo pensar

Ya no puedo pensar; cuando pienso, tropiezo incesantemente con límites, quizá por saltos pueda captar ciertas formas aisladas; un pensar interconectados, de acuerdo con un plan por desarrollar, me es completamente imposible.

Pasillo Angosto

Era un pasillo angosto, bajo, de bóveda redonda, blanqueado, que conducía en diagonal hacia la profundidad. Yo estaba parado en la entrada y no sabía si debía descender; indeciso, arrancaba con mis pies la hierba escasa que crecía a la entrada. En ese momento pasó, por casualidad, un hombre un poco encorvado, pero el hombre era caprichoso, pues quería hablar conmigo. “¿Adónde vas, pequeño?”, preguntó. “Todavía a ninguna parte”, dije y me fijé en su rostro alegre, pero arrogante –también hubiera sido arrogante sin el monóculo que llevaba-, “todavía a ninguna parte. Apenas me lo estoy pensando”.

Por tristeza y temor

Permanecía con mi pensamiento en las cosas presentes y en sus circunstancias inmediatas, no por minuciosidad o por un interés demasiado firme, sino más bien, en tanto no se debiera a una debilidad del pensar, por tristeza y temor; por tristeza, pues el presente me era tan triste que no me creía autorizado a abandonarlo antes de que se disolviera en felicidad; por temor, pues así como tenía miedo del más pequeño de los pasos actuales, me consideraba igualmente indigno, por mi despreciable aspecto infantil para enjuiciar seriamente, con responsabilidad, el gran futuro masculino, que además la mayoría de las veces me resultaba tan fatal que cada pequeño adelanto se me aparecía como una falsificación y, lo próximo, como inalcanzable.

El trompo

Un filósofo merodeaba siempre por donde los niños jugaban. Y vio a un niño que tenía un trompo; le espió. Apenas el trompo comenzó a girar, el filósofo lo persiguió para atraparlo. Que los niños gritasen e intentasen apartarlo de su juguete no le preocupaba, pues era feliz sosteniendo el trompo mientras este daba vueltas, pero solo un instante, luego lo arrojó al suelo y se marchó. Precisamente, creía que el conocimiento de cada pequeñez, incluso p.e. el de un trompo girante, bastaba para el conocimiento de lo general. Por tal motivo no se ocupaba de los grandes problemas, eso le parecía antieconómico; si realmente llegaba a conocer la pequeñez más diminuta, también conocería entonces el todo, por eso se dedicaba exclusivamente al trompo girante. Y, siempre que hacía preparativos para poner a bailar el trompo, tenía la esperanza de que lo conseguiría y cuando el trompo bailó, la esperanza se le volvió certeza en el correteo sofocante, pero cuando sostuvo en la mano el tonto pedazo de madera, se sintió mal y el griterío de los niños, que hasta entonces no había escuchado y que ahora de repente le retumbaba en los oídos, lo ahuyentó, y dio tumbos como un trompo bajo un látigo torpe.      

Comentarios

  1. Grandes textos de uno de los buenísimos... saludos y gracias por tenerlos acá!

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